sábado, 20 de diciembre de 2008

Fijar, anclar y clavar

Parece mentira que Brausencito sea capaz de matar otro año más y que no haya sido a la inversa. ¿Cuantos más será capaz de asesinar nuestro héroe con sus propias manos?

Creo que una de las razones más importantes por las que escribo es la que paso a explicar (o al menos tratar de hacerlo) a continuación.
Fijar, anclar o clavar algo de mi vida con palabras, crearme la ilusión de eternidad en escritos de dudoso valor pero indudable efecto terapéutico. Es mi obsesión (y la de cualquier persona) contemplar y no poder hacer nada ante el continuo paso de cada instante, dejando, a lo sumo, recuerdos, cicatrices, borra en el fondo del alma.
Me da miedo pensar en como se acelera la vida, semanas que vuelan dentro de lugares comunes en espirales que hunden su raíz en la muerte, cada vez con giros más vertiginosos, mezclando años con meses y semanas sin poder identificarlos.
Tecleando estas palabras lanzo un destartalado y fracasado desafió a la muerte, sabiendo que quedará olvidado con el paso de un par (a lo sumo) de décadas. Es una guerra perdida pero necesaria.
Casi nunca releo nada de lo que he elaborado, me da tal pudor que me siento casi incapaz, pero alguna vez aparece ante mí, casi mágicamente, algo que me turbaba, me preocupaba o pensaba hace años en forma de escrito. Y eso me reconforta, porque el que fui (con todo lo que eso implica) está ahí, fijado, anclado o clavado a una hoja de papel por quien sabe cuanto tiempo.

Brausencito recomienda una canción de Bruce Springsteen: The wrestler, que aparece en la película del mismo nombre.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Veintitrés

Estaba pensando como era mi vida cuando tenía veintitrés años, y tengo que hacer cálculos para poder recordar. Estamos a finales del 2008 y tengo veintinueve años, por lo tanto, cuando yo cumplí veintitrés corría, por la tierra occidental que habito, el año del señor: 2002.
A grandes retazos en el 2002 se acabó la beca que tenía desde el 2001 y representaba mi primera experiencia laboral, estuve parado dos meses e hice un curso de informática en el INEM, el cual tuve que abandonar, justo cuando se empezaba a poner interesante, porque encontré trabajo en una empresa para la que posteriormente trabajé casi cinco años.
Fui a Barcelona en un autobús a ver uno de los mejores conciertos de Springsteen que he vivido, anduve por Galicia y jugaba al fútbol cada dos por tres. Lo que no pasaba por mi cabeza era morirme.
Hace casi un mes se murió en mi empresa el más joven de todos mis compañeros, con tan sólo veintitrés años de edad. Tras un mes de enfermedad José Manuel nos dejó. Tan simple y tan duro como eso, su vida llegó al fin cuando todos pensamos que debe comenzar. Estas son las reglas de juego, se sabe cuando se comienza pero no cuando se termina. Tus planes, ideas pasiones y decepciones no cuentan, simplemente son eliminados. Si existe Dios, el destino o como queráis llamarlo, ¿Por qué hace esto? ¿Ejemplo, castigo u oscura diversión? Prefiero consolarme pensando que todo es casualidad y que la rueda de la Fortuna apagó su aliento como el viento derriba las caducas hojas otoñales, unas antes y otras después pero sin trazar brillantes planes para cada una de ellas.
Cada letra, cada nota, cada sonrisa son únicas e irrepetibles, por suerte yo compartí algunas con José Manuel y forman parte de mi mar interno lleno de vida, y que yo, a su vez comparto con otras personas contagíandome de su luz y reflejándola como la luna al sol.
Buena suerte José Manuel, donde quiera que estés, hasta siempre.