miércoles, 30 de octubre de 2013

Tres hombres en una barca (por no mencionar al perro) - Jerome K. Jerome

Tres hombres en una barca es una novela inglesa escrita en 1889 por Jerome Klapka Jerome, a lo largo de estos años se ha ido convirtiendo poco a poco en un clásico de la literatura de humor, no ha parado de reeditarse desde que se publicó en el siglo pasado y yo creo que se seguirá haciendo en el futuro ya que se mantiene fresca y chispeante a pesar del transcurrir de los años

El argumento se basa en el viaje de tres amigos y un perro por el rio Támesis, era una costumbre bastante habitual en la época, de hecho se podían alquilar barcas de todo tipo para hacer la travesía. Jerome K. Jerome aprovecha esta circunstancia para describir con ironía los pueblos ribereños y las gentes que navegaban por el rio, ya fuese usando los remos o aprovechándose de la novedosa fuerza impulsora basada en el vapor. 

El libro es como una colección de anécdotas que el autor va sacando a colación según se va desarrollando su trama. A mí me recuerda por momentos a los monologuistas que tan de moda han estado, y aún siguen estándolo. Pequeñas historias contadas por el narrador, la novela está escrita en primera persona, sobre él mismo o sus compañeros de viaje, la clave de estas minitramas transversales, que van cercenando y coloreando la principal, no está tanto en su argumento en si mismo sino más en la manera de contarlas. Yo me podría imaginar, sin problemas, como un señor muy elegantemente vestido, con bombín, bastón y bella barba, contaba alguna de ellas a un reducido grupo de amigos, degustando un jerez y usando un lenguaje exquisitamente serio y elaborado para narrar una absurdez tan rotunda como graciosa.

Esa es la manera de narrar de Jerome K. Jerome en esta obra, florear el argumento principal con luminosas anécdotas, narradas como si fuese lo más importante que le ha pasado a los protagonistas en su vida. Valga como muestra este pequeño botón de lo que piensa el protagonista sobre el trabajo:

"Siempre me da la impresión de que trabajo más de lo que me corresponde. Yo no tengo nada contra el trabajo. El trabajo me fascina. Soy capaz de pasar horas observando a alguien que trabaja a mi lado. Me pongo enfermo solo de pensar que van a dejar de hacerlo.

El trabajo que me dan nunca me parece demasiado. Lo acumulo con verdadera pasión. Mi despacho está tan lleno de trabajos por hacer que ya casi no queda espacio. Pronto me veré obligado a ampliarlo"

Divertida y fácil de leer una buena manera de aproximarse al estilo humorístico inglés.



 

domingo, 13 de octubre de 2013

Estoy mucho mejor - David Foenkinos

Un dolor de espalda es el detonante de esta historia: Estoy mucho mejor escrita por David Foenkinos. Tan simple como eso, una molestia física que hace sacar a su protagonista  la cabeza de entre la estrecha rutina en la que vive, empezando un juego de interesantes consecuencias.

Cuando una realidad está marcada y los márgenes son angostos, un simple detalle pesa tanto como un bloque de cemento, una espada de fuego disfrazada en una caricia o un resistente dolor en las lumbares, pueden hacer moverse unos límites que parecían eternos pero que no resisten ni la primera embestida. Estos cambios llevan un tiempo, un desmoronamiento y reconstrucción que va paso a paso, y es aquí donde se nota la mano de Foenkinos, ya que sabe crear un universo de brillante cotidianidad para después barrerlo con mano firme y tranquila.

Es en los diálogos donde se nota más esa capacidad del escritor francés, intercambios de frases brillantes, chisposas y graciosas, pero siempre creíbles y naturales que fluyen sin estridencias y marcando el ritmo de la novela. Son especialmente graciosas las conversaciones que mantiene el protagonista con Sophie Castelot, especialista en el "anárquico mundo del orgasmo" y con su amigo dentista Édourd "el antídoto de la heterosexualidad"

Debajo de esa maravillosa capa de humor late con retranca un tema mucho más profundo: el conformismo, el protagonista ha encontrado mentiras perfectas para adecuar su cabeza a la estrechez en la que vive. Un gran ejemplo de ello es su proyecto de escribir un libro ambientado en la segunda guerra mundial abandonado en sus años de juventud, luego nunca será capaz de retomarlo, pero no afronta la verdad: no es capaz de escribir, la disfraza con múltiples excusas: no tener tiempo, estar cansado, otras cosas corren más prisa. Es tal su manera de achicar su objetivo de felicidad que se acaba contentando con ver la torpeza de otras personas para sentirse mejor.

Foenkinos tiene una habilidad especial para crear personajes entrañables, ya lo hizo en la Delicadeza y aquí vuelve a conseguirlo, este protagonista sin nombre, no aparece en toda la novela,  tiene un encanto especial, quizás algunas de sus cualidades me hacen recordarme a mí mismo, y también tiene el valor de enfrentarse a su dolor de espalda y con ello a toda su mezquindad que se oculta en su vida.



domingo, 6 de octubre de 2013

El mundo en la era de Varick - Andrés Ibañez

Es complicado de hablar de un libro como El mundo en la era de Varick de Andrés Ibáñez, es una mezcla de dos universos, de diversos planos, de una realidad creada y mezclada con un pasado verdadero, personajes mundanos llenos de bajas pasiones y  almas que vuelan impulsadas por sueños imperecederos en cielos refulgentes de zafiros. 

El estilo cambia en cada uno de los capítulos siendo llano y simple cuando la acción se desarrolla en Nueva York y de un lirismo casi modernista cuando se traslada a Demonia, el mundo paralelo al nuestro, en esos pasajes Andrés Ibáñez inunda sus frases con flores de todos los colores, insectos empedrados de joyas y miríadas de detalles y arabescos que nos recuerdan a su primera obra: La música del mundo.

Los temas que se tocan son incontables, ya que Marcelo, el protagonista de la obra, habla con Rita, Ariadna y Tebaldo de lo divino y de lo humano, pero hay quizás uno en particular que me parece más importante que todos, al menos en mi opinión. Se afirma que cuando pensamos no somos nosotros mismos, ya que nadie puede controlar lo que revolotea en su cabeza, es como si un ser ajeno a nosotros nos inyectase vía intravenosa una dosis de ideas que de repente estallan dentro de nuestro cráneo, tomando posesión de todo nuestro cuerpo. Solamente somos nosotros cuando no pensamos y nos dejamos ir, como Isadora Duncan cuando bailaba olvidándose de las estrictas formas del ballet clásico y dejando fluir sus movimientos como si fuesen nacidos del mismo centro de su alma. Es extraño para una persona como yo, con tendencia a divagar en exceso, asumir que el inicio de tales procesos mentales pudiesen no ser propios.

Quizás todo el enorme aparato que tiene detrás esta obra, esos mundos conectados y paralelos, ese pez enorme que es Varick, esas catástrofes naturales, esas escuelas filosóficas y religiosas, la peste roja, todo absolutamente todo no es nada comparado con nosotros: "Cuando Marcelo despertó, vio a través de las ventanas las verdes colinas cubiertas de bosques del norte del estado de Nueva York, aunque es posible que estuvieran todavía a pocos kilómetros de la ciudad, y supo que el mundo no había terminado. Y todos los que iban despertando se miraban unos a otros y sonreían porque se daban cuenta de que el mundo no había terminado"