sábado, 23 de noviembre de 2013

La muerte de Alec - Darío Jaramillo

La vida te va dando señales, pequeñas advertencias que normalmente desechas o simplemente ignoras, ya que están carentes de significado, o quizás, y esto es lo más terrorífico, solo somos capaces de interpretarlas a posteriori, darles su peso una vez el hecho de ha consumado, sopesar su valor cuando ya nada puedes hacer.

Con La muerte de Alec, he experimentado una de esas sincronías, un hecho relacionado no causal, en este libro ha aparecido Macedonio Fernández personaje clave en el libro que me acabo de terminar: La ciudad ausente, las posibilidades de que aparezca en ambos libros es pequeña. Macedonio no fue una luminaria en su tiempo y aunque su sombra ha ido creciendo con el paso de los años, no es un Galdos o un Dostoyevsky. Lo más curioso de todo es que el libro de Darío Jaramillo habla sobre este tipo de señales, de los "balbuceos del futuro en el presente". ¿Me querrá decir algo el bueno de Macedonio y no sabe como?

El título del libro es bastante claro sobre su argumento, la novela es una larga carta entre dos amigos, en la cual se reflexiona sobre la muerte de un tercero y las señales que los días anteriores precedieron a su muerte. Desde el primer momento sabemos que Alec va a morir, tal como hizo el compatriota de Jaramillo, García Marquez, y añade toques de misterio y esoterismo propios de Poe, creando un ambiente entre místico y predestinado que le da a la obra un aire de fatal inevitabilidad. 

El estilo de Jaramillo es extraordinariamente cuidado, se nota que es un poeta y que cada palabra esta elegida con mimo en su posición y concordancia, y consigue con su devoción por Felisberto Hernández y su Casa inundada que esté buscando ese relato con furor.

Veremos que me deparan a mí esas pequeñas señales que me manda la literatura, mientras tanto seguiré leyendo a Jaramillo, una apuesta segura.



miércoles, 20 de noviembre de 2013

La ciudad ausente - Ricardo Piglia

La ciudad ausente es una historia de amor, amor a la lectura/escritura y amor a una mujer, traspasando las fronteras de lo posible. Macedonio Fernández fue un escritor argentino de principios del siglo XX, mentor de Borges y coetáneo de Roberto Arlt.

Ricardo Piglia, autor de La ciudad ausente, toma la trágica relación entre Macedonio y su mujer Elena como corazón de su novela, el motor será la extraña máquina creada por Macedonio, destinada en un principio a la traducción pero que poco a poco va creando sus propias historias y también sus partidarios y detractores

El libro bebe de varios escritores argentinos: Arlt, Borges y el propio Fernández, con claras referencias a sus obras, por ejemplo se nombra varias veces a Erdosain protagonista de los Siete locos de Arlt. Se construye sobre estas columnas las páginas de este libro, mezclando ficción, con realidad, historia con relatos, política con amor.

Merece la pena ser leída esta obra, por lo original de su planteamiento y por dos de las ideas que yo, humilde servidor, me quedo: la primera, es la extraña isla donde el lenguaje va evolucionando continuamente y sus habitantes no pueden aprender más que un idioma cada vez. La consecuencia inmediata de esto es que la escritura deja de tener sentido, ya que cuando leen lo que han plasmado en el papel, ya no lo comprenden porque su lengua ha evolucionado tanto que les parece un jeroglífico ininteligible. Una isla sin clásicos, solo con comunicación oral como sería la Tierra hace unos cuantos milenios: levemente humana.

La segunda, es tangencial al libro y por tanto levemente propia, trata sobre los sedimentos que van formando capas en nuestra vida, como Arlt y Macedonio, escritores minoritarios impulsaron a Borges, que a su vez fue una de las primeras influencias de Piglia, personajes que son como arena en el fondo de un colador, o como la borra del café (Benedetti es mi propio poso) que se va acumulando en el fondo de nosotros mismo y tiñen el agua virgen que vierten en nosotros con ese color característico que imprimimos a todo lo que hacemos. Semillas que van cayendo en nosotros y que a veces germinan de repente, o quizás, más bien poco a poco sin que nos demos cuenta, en rosa de cobre, en un pequeño Brausen o en un simple beso. Huellas a seguir, pasos a encontrar.

Una interesante manera de empezar la temporada de frio en Madrid puede ser: La ciudad ausente.