lunes, 25 de enero de 2010

Parte IV: La solución

Sesenta y ocho años y algunos meses para una salud de hierro. Alguna gripe leve y un esguince a las dieciocho primaveras cuando hacía sus pinitos en el mundo de la canasta. Dos visitas a distintos dentistas, que en ambas ocasiones se saldaron con sinceros elogios por el estado de su dentadura. Ahora comentaba con su esposa aquella accidentada ultima visita al sacamuelas; como a él le gustaba llamarles.

Todo había ido rutinariamente normal en los primeros instantes; ¿Jacinto López?; Servidor; ¿Qué le sucede?; Nada doctor venía a hacerme una revisión; Perfecto Don Jacinto ahora mismo. Pero después; el pasmo del odontólogo tras examinarle los dientes, el color blanco de su rostro, el buscar un asiento para evitar la caida contra el suelo, la oportuna intervención de la enfermera. No fue capaz ni despedirle, ni decirle si tenía que volver a verle para extinguir alguna caries. La ayudante le despidió como pudo: Don Jacinto no se preocupe, el doctor se ha sentido indispuesto mañana mismo le llamamos.

Y ciertamente le llamaron, el dentista en persona, concertando una cita para el viernes a las 11. Preocupado caminaba destino a la consulta, ya que el doctor le comentó que quería revisar algo que no le convenció del todo en su anterior encuentro, y aquello le parecía alguna de las trampas clásicas de los sacamuelas para conseguir algunos duros a su costa.

Un vacío casi completo en el lugar, sólo la presencia del doctor con su inmaculada estampa, una melodía, quizás el Concierto de Aranjuez, tenue luz y afables palabras. Don Jacinto sentado en la silla: Le voy a anestesiar levemente para que no sienta dolor alguno...

Pero al despertar si que sintió dolor, como nunca hasta ese momento en su vida, un ardor terrible en su rostro, de nariz hacia abajo: insoportable. Don Jacinto aún se encontraba en la consulta del dentista, pero totalmente solo. Se puso en pie como pudo; poco tiempo pudo soportar la vertical al comprobar ante un espejo la terrible visión que éste le devolvía: le habían extirpado la mandíbula entera.