martes, 8 de junio de 2010

Festival

Brausencito mira apenado el cielo, la temporada de piscina va a comenzar en apenas unos días y el frío invita más a tapar las lorzas que a lucirlas con singular desvergüenza.

Voy a diseccionar el siguiente relato: Festival que pertenece al libro: El tiempo envejece deprisa escrito por Antonio Tabucchi, por lo cual, amable lector, si desea dejarse sorprender por el mismo, abandone de manera inmediata este blog. Si por el contrario quiere disfrutar de un coqueto resumen, no lo dude, siga leyendo. No queda claro, por lo que comenta el autor a modo de epilogo, si esta historia está basada en hechos reales o no.
El relato es como sigue: un país policíaco, en el cual todo es estado, vigilante, sospechoso y controlador. Al protagonista le toca representar la farsa del abogado defensor que siempre ha de perder, sin excederse en su cometido, falto de pasión en su labor, ya que de lo contrario se pondría en entredicho su lealtad a la patria.
Este circulo vicioso (estado acusa, estado finge que defiende, estado castiga sin piedad) continua imperturbable hasta que un día, en uno de los juicios en el que el protagonista actúa, aparece un hombre con una cámara al hombro y un micrófono al cinto. Coloca estos de tal manera que recoge perfectamente los discursos de todos los presentes y graba de espaldas al acusado pero de frente a los jueces.
En ese proceso la pena fue increíblemente leve para lo que acostumbraba el fiero tribunal.
El abogado defensor se dio cuenta de dónde se encontraba el nudo gordiano de la cuestión y reclamó la presencia del cineasta en todos aquellos procesos que consideraba que eran aún más despiadados e injustos de lo habitual; y siempre con el mismo resultado: penas mucho menos encarnizadas que sin su presencia.
Un día, el documentalista al recibir la llamada del abogado, contestó que no podía ir a los juzgados, ya no tenía cinta en la que grabar. El estado llevaba meses deliberando el concederle o no más metros para proseguir sus documentales. Convencido por el abogado, acudió al palacio de justicia sin rollo para filmar en la cámara, pero consiguieron el mismo resultado: penas leves.
La moraleja o moralejas pueden ser tantas... cada cual puede elegir la suya. Unos ojos mirando tienen tanta fuerza como para: evitar los golpes de un brazo desquiciado, apartar los dedos de un gatillo sensible, dar la señal de alarma ante una injusticia,...
La impunidad es muy peligrosa, cuando una persona se siente invulnerable olvida su cobardía y es capaz de sacar lo peor que lleva dentro: avaricia, ambición, despotismo o crueldad.
Parece mentira que en este siglo XXI en el que vivimos, en el que en un partido de fútbol, boda real o en un simple salir a la calle de el famoso de turno se centran millones de ojos, aún haya tanta injusticia sumida en la oscuridad de anonimato.
Pero no hay peor ciego que áquel que no quiere ver.

Brausencito recomienda a Supersubmarina, en los dos últimos meses ha escuchado unas cientos de veces sus canciones. Su favorita: Ola de calor