jueves, 20 de enero de 2011

Don Evaristo Feijoo

Resulta paradójico que un ser que no es real puede a llegar a ser más importante para una persona que un vecino de tabique. Un ente cuyo piel es papel y su sangre, tinta pesa más en nuestra alma que noventa kilos de vísceras y músculos. Llegar a derramar lágrimas por creaciones que nunca llegaron a respirar y pasearte indiferente ante las cuitas de lejanos semidesconocidos. Así es la naturaleza humana.
A mí no hace mucho me ha sucedido con uno de esos seres que existen en la mente de muchos de nosotros pero nunca poseyeron un cuerpo donde albergar su alma (quizás el nivel más alto de consciencia que podamos alcanzar nunca). Don Evaristo Feijoo es uno de los cientos de personajes que aparecen en la magistral obra de Benito Pérez Galdós: Fortunata y Jacinta. Sería muy ambicioso hablar de un libro de tal magnitud en este modesto blog, pero daré unas leves pinceladas sobre él.
Dice la crítica que Don Evaristo es un trasunto del autor, que la manera en que ve la vida y la defiende no es más, que poner en boca de su creación una forma de existir que él llevaba a la práctica en cotidianidad.
Don Evaristo aparece en la novela cuando Fortuna es repudiada por Maxi al enterarse éste de su relación extramarital con Juanito Santa Cruz. Él la ampara y trata de hacerla entender que la sociedad tiene unas reglas que es mejor seguir para evitarse problemas. Me imagino que por esa manera de ver la vida tan pragmática o por el hecho de saber que Evaristo y Benito son la misma persona me sentí atraído por él.
Curioso sentir verdadera tristeza cuando Evaristo "muere" en la novela y mantenerme impasible al escuchar continuas desgracias en las noticias. Al leer tantas páginas las andanzas del insensible e irreal ser, se hace más cercano y tangible para mí que los humanos invisibles que habitan en las antípodas de mi pequeño mundo.