Se acerca el día de los enamorados, esa fiesta que destila un tufillo rancio que no se va ni después de cientos de lavados. Brausen la va a celebrar en el bingo, un lugar muy acorde al espíritu de esta celebración, menú barato y ganancia segura, siempre y cuado se cumpla el dicho popular...
Cuando era pequeño había muchas cosas claras, que eran así por necesidad imperiosa e indiscutible. Los lunes se merendaba pan con chocolate y el sábado podía tomar un vaso de coca cola, solo esos días y como excepción a una semana exenta de cacao y cafeína.
Otra de las cosas impepinables era el calzado, a principio de curso mi madre me compraba unos kickers y yo iba todos los días con ellos al colegio. Realmente eran unos zapatos maravillosos porque resistían todo el año, ya jugase al fútbol con ellos, hiciese alpinismo o me liase a piñas con mis compañeros de clase. Había que comprar otros porque me crecía el pie, no porque se rompiensen.
Si llovía, había llovido o cabía la más mínima posibilidad de chubasco aparecían, salvadoras, las botas catiuscas (parece que también se acepta Katiuska). Yo creo que las he tenido de todos los colores y cuanto más llamativos mejor. Si al despertarnos estaba chispeando, la clase parecía un grupo de pequeños poceros, todos con las botas de marras correteando y saltando frenéticos sobre los charcos, ya que al llevar ese impermeable y acorazado calzado teníamos vía libre para ello.
Cuando había clase de gimnasia había que llevar "playeras", yo me las tenía que poner y quitar justo antes de la clase porque decía mi madre que deformaban el pie. Por supuesto eran: Yumas, Paredes o alguna marca similar, toda la clase se quedaba mirando pasmada cuando aparecía algún compañero con unas Adidas o quien sabe si incluso unas Nike traídas de importación de los Estados Unidos de América.
Y para el verano unas bambas, normalmente solían hacer juego con el color de las catiuscas (quizás hubiese algún tipo de oferta dos por uno), y también servían para todo: desde ir a la playa, pasando por misa, hasta ir a ver a algún pariente lejano. Lo que recuerdo con disgusto de ese calzado era el complemento que solía ir asociado a él: esos horribles calcetines blancos, como de agujeritos o encaje, que al llevar pantalones cortos se veían completamente. Tengo grabado en mi memoria la imagen de que al quitármelos se quedaba impreso en la piel de mis pies el horrible dibujito del calcetín como mínimo media hora.
El otro día buscando unas zapatillas por la calle Fuencarral, solo a mí me da por ir a buscar cosas sobrias a la par de elegantes en esa calle, vi que se han puesto de moda tanto las catiuscas, como los kickers, como las bambas. ¡Cuantos recuerdos de niñez me despertaron las bambas!
Por un momento me quedé pensativo: ¿Qué será lo próximo que saldrá del baúl de los recuerdos? ¿Los calcetincitos de encaje blanco? ¿Para ser moderno hay que ir vestido como hace treinta años? ¿Hacía donde va el mundo de la moda? ¿Se resolverá algún día el misterio de las caras de Belmez? Como fui incapaz de responderme a mí mismo, decidí tomarme una cañita para recuperarme de tan largo e infructuoso paseo en busca de elegante calzado.
Brausen recomiendo dos grupos procedentes de la piel de toro que nos cobija: Aeropuerto y Catpeople, los primeros cantan en un correcto castellano y los segundos en un ingles cuanto menos resulton. Una muestra más que existe música en nuestra patria, aunque parezca increíble, más allá de Bisbal y el regueton.
lunes, 11 de febrero de 2008
Un poco de moda
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2 comentarios:
Pues si te digo que para las chicas sí volvieron ese tipo de calcetines... pero para los taconazos de aguja eh? no te vayas a pensar..
Cuando la imaginación se acaba, el pasado nunca muere...
¡Cómo me gustaban los kickers!. De hecho, hace no demasiados años, he tenido unos azules claros.
Saludos varios
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