Brausencito mira sus dedos abotargados con delirante fascinación, los encuentra atorados, incapaces , infames.
Hace un tiempo, quizás un mes, leí un libro que trataba, entre otras cosas, sobre el talento: El talento de los demás; de Alberto Olmos, no creo que ocupe durante generaciones los anaqueles de los lectores, pero siempre se puede rescatar alguna idea certera en el maremágnum de palabras que conforma una novela.
Una tesis simple pero no por ello menos perspicaz es su base, no probamos todas las actividades que se pueden hacer en la vida y quizás justo en la que no hemos intentado es en dónde poseemos un don especial. Yo jamás he probado el noble arte de la esgrima, quien sabe si hubiese sido un maestro en eso de tirar.
Contra esta tesis de la infinitud, incontables posibilidades en dónde tentar a nuestras capacidades, opongo yo la de la relatividad, sobre todo en algunos campos, artísticos fundamentalmente. No es tan importante nuestra habilidad como los ojos que la observan. Una fotografía de un zurullo de terrorificas dimensiones con una bandera américana clavada en lo más alto (todo ello en el más perfecto blanco y negro, por supuesto) no desentonaría en casi ningún museo de arte moderno y se podría calificar en el más vanguardista e izquierdoso suplemento dominical como: " ... una nueva osadía del joven autor Jacinto J. Jacintez, dispuesto a desafiar a la burguesía americana con su irreverente descaro. No recuerdo nada tan fresco desde las performance de Christo ¿Dónde está el limite creativo de este hombre?" Cuando posiblemente está obra no sea más que el resultado de una noche de juerga del bueno de Jacinto, bebiendo combinados baratos en la coctelería: Chicago, pero a los ojos de un crítico (¿sinónimo de creador de arte?) es lo más talentosos que se ha encontrado en el último mes, la urgencia de encontrar obras maestras a plazo fijo sería otro tema a debatir.
Cada año nos bombardean con cientos de premios y certámenes, finalistas, ganadores y tripletes, como si de un campeonato de fútbol se tratase. Imagino que dentro de poco otorgarán el Planeta de los Planetas (sugiero para este premio el nombre de Júpiter) al mejor de todos los libros galardonados con él durante la existencia del premio. ¿Cómo se puede comparar a Cela con Umbral? ¿Crónica de una muerte anunciada con La tregua? Un espectador tiene sus inevitables preferencias pero afirmar que tal es mejor que cual a nivel "oficial" alcanza grados incomprensibles de jerarquización (¿sinónmo de estupidez?) innecesaria.
El arte tiene algo en común con el amor, cuando a uno le entra una tonadilla,libro o cuadro por los sentidos se convierte en el mejor sin atender a estructuradas y sesudas razones. Y recordemos que: el amor es libre y más en primavera...
Brausencito, llevando la contraria a su propio texto, recomienda: Sin talento de Señor Mostaza.
1 comentario:
Qué grandes son "Señor Mostaza".
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