martes, 19 de marzo de 2013

Cristal - Sam Savage



Edna tiene encanto, el pegamento de la espontaneidad, el placer de las extravagancias vividas y su único apego a su vida presente, se reduce a darle a la tecla, como dice ella, aunque a veces no sepa que escribir. Es un personaje con el cual es muy complicado no encariñarse, y eso es uno de los grandes méritos de Sam Savage en Cristal. 

Edna es una viuda que vive sola, con la única compañía de sus recuerdos y de una rata que le ha dejado Potts, su vecina de abajo, a su cuidado durante su ausencia. Ira contando de una manera totalmente desordenada su vida al lado de Clarence, su marido y escritor de mediano éxito. Según vas leyendo los retazos de su historia puedes ir creando el cristal completo donde se refleja la vida de Edna. Pero es un trabajo que tiene que hacer el lector, ya que la narradora/autor va ir desgranando los pasajes uno a uno, avanzando en su memoria, retrocediendo y reflexionando sobre todo ellos según a ella le entran ganas de darle a la tecla.

El libro está impregnado del carácter de Edna, es tierno y alocado por momentos, digna en su soledad buscada y nostálgica de la felicidad perdida. El gran éxito de Sam Savage es dotar a Edna de una perfecta credibilidad ya sea desde su personalidad, a la cuestión formal, es totalmente plausible pensar que una señora de sesenta y muchos años, con previa formación como escritora pudiese narrar como lo hace el autor en el libro.

Para acabar una cita del libro, un pensamiento que muchas personas que le damos a la tecla, sin una razón muy precisa para hacerlo, nos ha asaltado alguna vez, y que aquí queda perfectamente plasmada: "Ineluctable, incorregible deriva. Desviación a un lado, incurable, inevitable, de una mujer que habla, que habla porque no le queda otra cosa".


sábado, 9 de marzo de 2013

Fantasmas - Chuck Palahniuk

La literatura de terror es un género que siempre me ha atraído, desde su maestro Edgar Allan Poe, pasando por Lovecraft y ahora Palahniuk.

Fantasmas se compone de diversos relatos unidos por el un nexo común, una reunión de escritores de la cual deben salir los mejores relatos de miedo en años. Su modelo es: Villa Diodati donde Lord Byron, Mary Shelly y Polidori estuvieron reunidos y crearon el embrión de personajes como Frankestein o la versión moderna de Drácula.

Esa es la idea original que les lleva a juntarse, pero la realidad estará muy alejada de ese principio, la pléyade de personajes que nos presenta el autor tienen en común dos cosas: primero, una historia que les ha marcado la vida de una manera notoria y segundo, que van a buscar en su propia tragedia la manera para escapar de su vida. En vez de tratar de encontrar la salida de su pozo mirando hacia arriba, están decididos a escapar cavando más aún en las profundidades de su desdicha.

Los relatos de cada miembro de su particular comunidad nos hablan de un tema diferente, desde San Destripado y como su particular manera de masturbarse en la piscina le arruinará su vida, hasta como un simple ruido gutural puede esconder toda una herencia familiar como le pasa al Casamentero. 

El libro no te da respiro, ya que la doble trama, relato - reunión de escritores, te llena de sobresaltos y en algunos casos, de ansiedad, pero todo el tiempo fluye sobre la historia la idea de que los humanos, o al menos los personajes que aquí están reflejados, necesitan la tragedia para sobrevivir, aman su tristeza pero se niegan a reconocerlo. 

Magnífico libro, que nos deja el regusto de que para superar un problema hay que contarla, que para evitar un trauma en tus tripas hay que extirparlo con palabras y sílabas.