La ciudad ausente es una historia de amor, amor a
la lectura/escritura y amor a una mujer, traspasando las fronteras de lo
posible. Macedonio Fernández fue un escritor argentino de principios del siglo
XX, mentor de Borges y coetáneo de Roberto Arlt.
Ricardo Piglia, autor de La ciudad ausente, toma
la trágica relación entre Macedonio y su mujer Elena como corazón de su novela,
el motor será la extraña máquina creada por Macedonio, destinada en un
principio a la traducción pero que poco a poco va creando sus propias historias
y también sus partidarios y detractores
El libro bebe de varios escritores argentinos:
Arlt, Borges y el propio Fernández, con claras referencias a sus obras, por
ejemplo se nombra varias veces a Erdosain protagonista de los Siete locos de
Arlt. Se construye sobre estas columnas las páginas de este libro, mezclando
ficción, con realidad, historia con relatos, política con amor.
Merece la pena ser leída esta obra, por lo
original de su planteamiento y por dos de las ideas que yo, humilde servidor,
me quedo: la primera, es la extraña isla donde el lenguaje va evolucionando
continuamente y sus habitantes no pueden aprender más que un idioma cada vez.
La consecuencia inmediata de esto es que la escritura deja de tener sentido, ya
que cuando leen lo que han plasmado en el papel, ya no lo comprenden porque su
lengua ha evolucionado tanto que les parece un jeroglífico ininteligible. Una
isla sin clásicos, solo con comunicación oral como sería la Tierra hace unos
cuantos milenios: levemente humana.
La segunda, es tangencial al libro y por tanto
levemente propia, trata sobre los sedimentos que van formando capas en nuestra
vida, como Arlt y Macedonio, escritores minoritarios impulsaron a Borges, que a
su vez fue una de las primeras influencias de Piglia, personajes que son como
arena en el fondo de un colador, o como la borra del café (Benedetti es mi
propio poso) que se va acumulando en el fondo de nosotros mismo y tiñen el agua
virgen que vierten en nosotros con ese color característico que imprimimos a
todo lo que hacemos. Semillas que van cayendo en nosotros y que a veces
germinan de repente, o quizás, más bien poco a poco sin que nos demos cuenta,
en rosa de cobre, en un pequeño Brausen o en un simple beso. Huellas a seguir,
pasos a encontrar.
Una interesante manera de empezar la temporada de
frio en Madrid puede ser: La ciudad ausente.
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