No hace falta mucho para contar una historia, se
puede imaginar, tirar de sueños, subconsciente y conocimientos previos o
solamente se tiene que vivir. Muchas veces se mezclan ambas posibilidades; la
persona que tiene capacidad para crear directamente desde su cerebro no tiene
ninguna experiencia vital que plasmar, así que busca en la vida del resto de la
humanidad algo que merezca la pena ser escrito.
Un gato callejero llamado Bob, pertenece al género
de historias que han sido vividas por su escritor, y en el caso, de James
Bowen, sufrida y disfrutada al máximo. James era un heroinómano en proceso de recuperación
cuando se encontró en la puerta de su piso a un gato rubio de fiero aspecto, al
que bautizaría como Bob y con el que poco a poco crearía una pareja indisoluble.
Bob ayuda al autor en diversas facetas, una de
las más curiosas es la que sigue: cómo cambia el trato que recibe James por
parte de los desconocidos cuando va con el gato o no. Sin el felino se siente
invisible, nadie le habla ni casi le mira, pero cuando lleva a Bob en sus
hombros (es un gato muy especial en varios sentidos) le cuesta avanzar por las
calles de Covent Garden ya que son muchas las personas que quieren acariciar a
Bob, hacerse una foto con él o incluso hacerle un regalo.
El tener que cuidar de Bob hace que el autor
luche por salir adelante, piense en dejar la metadona y en tratar de conseguir
ingresos de manera más estable, es el ancla que le fija en el suelo la nube en
la que viajaba, pero a veces es complicado el conseguir frenar cuando estás
acostumbrado a navegar a plena potencia.
El libro tiene el encanto de las cosas sencillas,
redactado sin florituras, James Bowen necesitó la colaboración de Garry
Jenkins, escritor "profesional" para conseguir acabar con esta
aventura literaria, pero tiene la contundencia de su fuerza de voluntad, que se
volvió inquebrantable gracias a la aparición de Bob en su destino. Ver como
alguien en tan terribles circunstancias, aunque el autor nunca cae en el pecado
de la autocompasión, es capaz de superarlas es una buena lección de vida y por
supuesto, al acabar el libro, te entrarán unas terribles ganas de tener un pequeño
Bob en tu vida.
1 comentario:
Llámese Bob o Isidoro...
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