La luz del amanecer te permite soñar que las
tinieblas que dejas detrás no te podrán perseguir, que el sol que rompe el
negro sucio, mezcla de miedo y contaminación, que no te permite ver las
estrellas, nunca volverá a cubrir tu cielo y que en Madrid siempre brillarán
esos rayos de sol que saben acariciar lo justo, para calentarte pero no
quemarte.
Es un momento para empezar y acabar, dar otra
vuelta más al círculo empujado por la esperanza vana de un pensamiento alocado
y necesario: esta vez es la buena, el sol invicto no se dejará ganar por la
luna bella. Es el momento que Baricco ha elegido para desarrollar: Tres Veces
al Amanecer, una historia nacida de Mr Gywn.
Tres instantes fortuitos entre dos seres humanos
que suceden cuando el cielo no parece decidirse entre la luz o la oscuridad, como el mismo autor dice, es
posible que ocurra tal carambola, pero harto improbable. Lo que quizás no sea
tan descabellada es la tesis que defiende uno de ellos: las personas no cambian:
"Se empieza desde cero para cambiar de mesa, siempre se tiene la impresión
de que nos hemos metido en la partida equivocada y que con nuestras cartas a
saber que podríamos haber hecho de estar sentados en otra mesa de juego".
Cambiar de mesa es mucho más fácil que abandonar
tus cartas, la circunstancia es más maleable que el ser, dúctil a nuestro
deseo, aderezada con un poco de mala suerte, la mesa en la que nos ha tocado
jugar puede ser la culpable de todo, cerrando esa partida y buscando acomodo en
otro lugar, la vida nos tratará mejor. Es terrible el momento cuando te miras
las manos y ves que no tienes más que basura en forma de naipe, que no puedes
hacer otra cosa que lanzar mierda al tapete, que no eres capaz más que enfangar
donde estés y te das cuenta que ese amanecer, que te contempla no trae nueva
luz, que simplemente es el preludio de una noche cada vez más llena de miedo y
contaminación.
Merece la pena leer este pequeño cuento tan de
Baricco.