Felisberto Hernández fue un pianista y escritor
uruguayo que desarrolló su obra en el siglo XX. Hasta 1940 alternó ambas
facetas, pero a partir de esa fecha se dedicó en exclusiva a la literatura.
Es uno de esos casos de artista a los cuales se
llega a través de otro amante de las letras, en mi caso fue Darío Jaramillo
quien me condujo a este magnífico creador de frases, para mí, hasta ese
momento, desconocido.
El Caballo Perdido trata sobre los recuerdos,
Felisberto habla sobre su relación con su profesora de piano y su abuela,
cuando empezaba a aprender los rudimentos del noble arte de entresacar sonidos
de las tensas cuerdas del aparatoso mueble. La primera parte del relato puede
ser convencional, afloran los roces entre Celina, su abuela e inclusive los
muebles del estudio donde toca, vivos y animados para el pequeño Felisberto.
Pero es la segunda parta de la historia, en donde el genio del escritor se
torna apreciable y tangible. Aquí aparece un hombre maduro presente que no se
reconoce en el niño que habita en la primera parte de la narración.
"Me entregaba a la inercia que toman los
pensamientos cuando uno siente la maligna necesidad de amontonarlos porque sí,
para sentirse uno más desgraciado y convencerse de que la vida no tiene
encanto". Con semejante estado de ánimo el recuerdo de Celina cobra vida propia dentro de él, de un
Felisberto que ya no es nada de lo que era cuando se generó esa impresión en su
alma.
A veces me da miedo leer lo que he escrito hace
años, es como si la persona que lo hizo hubiese desaparecido, todo lo que
sentía, me impulsaba y trataba de plasmar en palabras se ha evaporado como un
grito en la luna, sin que nadie haya reparado en ese cambio, ni siquiera la
misma persona, que trata ahora de hacer lo mismo, se comprenda y mira como a un
extraño a áquel que no es sino el mismo en otro momento de su vida. De años
enteros quedan, olores, de épocas de una vida, instantes, de sentimientos
desgarrados, imágenes, todo tamizado y destilado por el paso del tiempo y su
inabarcable paciencia.
A Felisberto de la época de las clases con Celina
le quedó: " por eso más adelante -y a pesar de los instantes angustiosos
que pasé en aquella sala - nunca deje de mirar a los muebles y a las cosas
blancas y negras con algún resplandor de magnolias"
Maravilloso escritor.
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