Parece mentira que Brausencito sea capaz de matar otro año más y que no haya sido a la inversa. ¿Cuantos más será capaz de asesinar nuestro héroe con sus propias manos?
Creo que una de las razones más importantes por las que escribo es la que paso a explicar (o al menos tratar de hacerlo) a continuación.
Fijar, anclar o clavar algo de mi vida con palabras, crearme la ilusión de eternidad en escritos de dudoso valor pero indudable efecto terapéutico. Es mi obsesión (y la de cualquier persona) contemplar y no poder hacer nada ante el continuo paso de cada instante, dejando, a lo sumo, recuerdos, cicatrices, borra en el fondo del alma.
Me da miedo pensar en como se acelera la vida, semanas que vuelan dentro de lugares comunes en espirales que hunden su raíz en la muerte, cada vez con giros más vertiginosos, mezclando años con meses y semanas sin poder identificarlos.
Tecleando estas palabras lanzo un destartalado y fracasado desafió a la muerte, sabiendo que quedará olvidado con el paso de un par (a lo sumo) de décadas. Es una guerra perdida pero necesaria.
Casi nunca releo nada de lo que he elaborado, me da tal pudor que me siento casi incapaz, pero alguna vez aparece ante mí, casi mágicamente, algo que me turbaba, me preocupaba o pensaba hace años en forma de escrito. Y eso me reconforta, porque el que fui (con todo lo que eso implica) está ahí, fijado, anclado o clavado a una hoja de papel por quien sabe cuanto tiempo.
Brausencito recomienda una canción de Bruce Springsteen: The wrestler, que aparece en la película del mismo nombre.
1 comentario:
Escribir es una terapia muy económica y efectiva, lo dicen l@s expert@s.
Lo dicho Brausen, a seguir fijando, anclando y clavando.
Un beso (sin vértigo).
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