jueves, 29 de marzo de 2012

París, 1919 - Margaret Macmillan

Hay muchas ideas que se quedan grabadas en la mente de la gente como en la piedra, son muchos los ámbitos en lo que esto sucede, en esta entrada voy a tratar una que es histórica: El tratado de Versalles.
Margaret Macmillan, trata de darle la vuelta a la noción, comúnmente aceptada, de que el tratado de Versalles fue la causa principal de la Segunda Guerra Mundial.

En París, 1919, se analiza al detalle lo que sucedió a orillas del Sena durante seis meses de ese año. La Primera Guerra Mundial había cesado de rugir el 11 de Noviembre del 1918, se había firmado un armisticio con Alemania, pero no se había sellado la paz con el correspondiente tratado.

Como escribe la autora, durante seis meses París se convirtió en la capital del mundo, donde los dirigentes de las naciones vencidas y vencedoras trataban de hacer valer sus derechos y sueños ante los tres grandes líderes de los principales aliados durante la  Gran Guerra: Wilson, por los Estados Unidos, Lloyd George por el Reino Unido y Clemenceau por Francia.

Hubo un cuarto vencedor que al final no lo fue tanto: Italia, su presidente Orlando acabaría abandonando París indignado por no conseguir los ambiciosos objetivos territoriales que le exigían desde Italia
Sobre los hombros de Wilson, Lloyd George y Clemenceau recaía la responsabilidad de  trazar fronteras, decidir a quien pertenecía una población y cuanto debía pagar Alemania al resto de contendientes como reparaciones de Guerra.

La autora, trata de hacernos ver que las intenciones de los principales países triunfantes  no estaban movidas por la venganza, Woodrow Wilson lanzó su proclama de los catorce puntos y su intención de crear un nuevo tipo de diplomacia, pero cada cual trato de adaptar estas buenas intenciones a sus intereses. Las palabras, son siempre armas de doble filo, a las que se les puede buscar el doblez, manipularlas para adaptarlas a tus intenciones, aunque la pirueta que haya que hacerles dar sea digna del circo. Bajo mi punto de vista la idea de la Sociedad de Naciones y del desarme, son dignas de elogio, pero su puesta en marcha fue complicada y el final de esta asociación de naciones deshonroso.

Margaret Macmillan resalta que, nadie sabe que hubiese pasado si Estados Unidos no se hubiese replegado sobre si mismo, y abandonado la política internacional tan rápido, de hecho, el congreso norteamericano, nunca llego a aprobar su entrada en la Sociedad de Naciones, o si la gran depresión no hubiese golpeado tan rápido a una Europa que ni siquiera había terminado de recuperarse de la Gran Guerra.

Un libro exhaustivo que llega a analizar el carácter de los participantes y las relaciones personales que se establecen entre ellos y como algunas de las peticiones que se recibían dependían en gran manera de como confraternizasen los solicitantes con los tres grandes. Por ejemplo, Venizelos el primer ministro griego tuvo mayor éxito que otros  debido a su carácter lleno de encanto.

Totalmente recomendable para los adictos al turbulento periodo de entreguerras.



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