La infancia es un periodo clave en la vida de
cualquier persona, te marca para todo el resto de tu vida y son innumerables
las novelas y películas que han tratado de reflejar el paso de la infancia a la
edad adulta. La clave para saber retratar ese proceso es volver a mirar con los
ojos del niño que se fue.
Félix Romeo triunfa al dar ese paso, su obra:
Dibujos animados relata la niñez y pubertad de un chaval con problemas que
crece en Zaragoza. Nos cuenta las peripecias que le van aconteciendo, pero
siempre con la gran virtud de parecer que es realmente un niño quien escribe y
no un adulto, su verosimilitud es enorme y que mejor manera de demostrarlo que
poner algún ejemplo sacado del libro.
Cuando el protagonista piensa que Dios le ha
llamado, sus padres le mandan a un retiro espiritual para probar su vocación,
estas son las razones que tiene el niño para abandonarlo: "Lo que me
apartó de Dios no fueron las plataformas y la pata de elefante. Fue el señor de
los anillos. Fuimos a ver el señor de los anillos. Y me quedé acobardado. Pensé
que el señor de los anillos era Dios. Y todo se vino abajo." Esta es una
manera de pensar netamente infantil, aún tengo leves recuerdos de ese estilo:
llegaba a las conclusiones más absolutas de la más nimia de las causas.
Avanzando en el libro, el chaval va creciendo y
con él sus problemas, llegamos a saber que se ha intentado suicidar y que su
relación con su padre no es la mejor del mundo, la manera que tiene de librarse
de ellos es: "La cola iba bien para los domingos en que la cabeza la
tenías disparada y en que no había muchas cosas que celebrar. Los domingos la
cola te metía dentro de ti mismo y te podías ir a casa contento."
Poco a poco sus problemas se irán acrecentando,
nunca Félix Romea los describe claramente solo los deja en la penumbra y
sabemos de su amenazadora existencia, y la novela llegará a su desenlace. A mí
me supo a poco, en cuanto tenga oportunidad me haré con Discothèque, su segunda
y última obra.
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