Intemperie trata sobre un niño que huye de su hogar,
acosado en su escapada por un alguacil y encontrado en su camino por un viejo
cabrero. Un triunvirato de personajes sobre los que se desarrolla la primera
novela de Jesús Carrasco.
En una tierra reseca y ardiente, castigada por un
sol inclemente, escasa de agua y repleta de polvo, el niño trata de dar
esquinazo a su destino huyendo hacia el
norte. Un destino representado por el alguacil, protagonista de sus pesadillas
y perseguidor implacable, que trata de cazarle en el llano interminable. Una
mano amiga se cruzará en su camino, un encontronazo fortuito, un chispazo de
compasión que le dará una mínima oportunidad de salvación.
El autor aclara porque el niño tiene pánico del alguacil,
porque sus padres se ven empujados a tomar la determinación que provoca que su
hijo quiera poner tierra de por medio, pero no quedan claras las razones por
las que el viejo tiende esa mano al crio cuando se está hundiendo entre el
polvo reluciente del llano. Esa es quizás la clave del libro, la pequeña magia
que hace que todo el conjunto tenga armonía y rezume esperanza, un gesto
inesperado de alguien que lo tiene todo hecho y que estirando su brazo para
rescatar al sediento, solo puede encontrarse con problemas. Tan simple y bello
como eso, tan difícil y tan increíble de creer cuando te sucede o lo realizas.
El viejo: es el bien, el alguacil el mal y el
niño la inocencia, basado en estos tres arquetipos universales Jesús Carrasco
crea una novela sólida y con corazón que abre su carrera como escritor.
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