Escribir sobre escribir es algo que muchos, por
no decir todos, de los que hemos intentado juntar cuatro letras y una historia
hemos hecho. Las sensaciones que produce el conseguir algo coherente son tan
maravillosas como inquietantes las que trae consigo sentarte delante de una
pantalla en blanco y embadurnarla con estupideces. De esto trata, entre otras
cosas, El váter de Onetti, escrita por Juan Tallón
Relata su mudanza a Madrid, para trabajar en el
Ministerio de Justicia, harto de la situación que vive en el periódico en el
que trabajaba. Va haciéndose un hueco en la capital, encontrando los bares, los
gin-tonics, las personas que hacen que un lugar desconocido se acabe
convirtiendo en algo parecido a un hogar. Paralelos a este proceso de
adaptación/supervivencia se encuentra su estancamiento creador, el recuerdo de como creo su anterior libro: El
caso Aira-Bolaño y la relación que mantiene con sus vecinos de pared.
Todas estas tramas se mezclan en la novela, como
en la vida real, donde nuestra cabeza avanza, retrocede y se pierde sin orden
ni concierto ni patrón definido. Hay días que tomando un gin-tonic nos enteraremos
de como el dueño de un bar ha conseguido poseer el váter de Onetti, o que
perdido en las olas de nuestra taciturnidad meditemos sobre si el matrimonio
con el que compartimos pared se dispone a cometer un crimen o no. Son cosas que
nos pasan, sin razón, sin conexión.
Dividida en estas diversas capas: lo escrito, lo leído,
lo escribible, lo que está siendo escrito y por supuesto, lo que se vive, en El
váter de Onetti cada una de las cinco categorías está en continuo
contacto con el resto y se funden en un magma común creando una tupida red que
se puede comparar con el cerebro de un escritor, donde los flujos de
información van y vienen, tratando de recordar lo escrito, inspirarse en lo leído,
desenmarañar lo escribible, parir lo que se está escribiendo y, conseguir
seguir viviendo, mientras tanto.
Una magnífica novela que nos recuerda que
escribir/leer es vivir para muchos.
1 comentario:
Le serviría algo de beber ahora mismo. En realidad, le serviría algo aunque no le hubiese gustado la novela, sólo porque Brausen es un nombre que me merece muchísimo respeto. Dicho esto, gracias, muchas gracias.
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