Parece que es el día perfecto para hablar de este
libro, ya que "Madrid sólo es real bajo la lluvia" y hoy caen unas
gotas minúsculas y perladas que hacen brillar el gris de las calles con una
paciencia de orfebre ante la indiferencia de sus ciudadanos, más preocupados
por quejarse de sus inconvenientes que de admirar su callada magia.
La lluvia de los inocentes habla de Madrid, de un
Madrid recorrido por un niño, un adolescente y un joven en la que ambos van
mutando poco a poco, descubriéndose y explorándose como a un continente ignoto,
pero Andrés Ibáñez no olvida nunca las raíces de Mateo, el protagonista, la
relación con sus progenitores, en especial con su padre, los viajes que hizo
por Europa, su manera de crecer, de forma paralela a la que hace su hijo por la
calles de Madrid, pero entrelazándose dentro del alma de Mateo que ya recorrido
el camino a la edad adulta, se da cuenta que "los dos estamos
entrelazados, como un oso y un toro que en la lucha a muerte que les enfrenta
se convierten en único animal"
En la senda que recorre Mateo, yo he compartido
muchos de sus pasos, él vivió el Madrid que se emborrachaba y gritaba tras la
muerte de Franco, descerrajando la caja de metal en la que estuvo encerrado
muchos años, a mí me toco recorrer la ciudad con resaca que trataba de abrirse
al mundo pero no conseguía, y espero en lo más íntimo de mí que nunca lo
consiga, perder su carácter de villorrio castellano.
Descubrir un libro, una canción, un amigo y una
mujer, a veces todo mezclado, a veces con periodos de tiempo desesperantemente vacíos,
que se llenaban con tedio y pesimismo, pero poco a poco Mateo encuentra su
camino, decidiendo hacerse escritor, con un maravilloso argumento: dar sentido
a la realidad, unir las piezas descompuestas y rotas que forman la cotidianidad
para marcar un camino y dar sentido a algo en la vida, palpando la parte intima
de las cosas succionando su hechizo y vomitándolo en bellas palabras
El libro es un prodigio en cuanto estilo, Andrés
Ibáñez doma su desbordante lirismo (exacerbado en otras de sus obras) y da el
toque justo de luz con sus comparaciones y metáforas, maravillosas son las
descripciones de sus mujeres, de ojos de ardilla, cuerpo de lirio o movimientos
gatunos. Desbordante es su sapiencia sobre música y literatura, y mágicamente
compartidas sus experiencias con algunos de los autores que menciona: Cortázar
y Borges.
Para un madrileño la manera de describir la
ciudad del autor es mágica y su metáfora de la lluvia que trae la realidad en
una ciudad en la que apenas llueve es acertadísima, para acabar os dejo con una
frase del libro que describe lo que me hizo sentir por momentos, a mí también
me hizo llorar. "Ahora, por fin, tengo los ojos llenos de lágrimas. Ahora,
por fin, llueve fuera y dentro de casa. Ahora la lluvia es ya universal. Es la
lluvia de los inocentes, que cae sobre el mundo".
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