La primera palabra que me viene a la cabeza para definir este libro es: inquietante, inquietante como la mirada de un anciano en un bebe, una flor entre la nieve y un esquimal en Benidorm.
El libro transmite una sensación de ahogo y dolor, en cada una de sus páginas, que envuelve al lector transportándolo, sin piedad, a un suburbio deprimido y deprimente de Madrid. Román, el protagonista, se crió en ese ambiente, y retorna al barrio en busca de explicaciones de su madre, una de las pocas supervivientes de la vecindad, arrasada en aras del progreso y la salubridad.
Todo es nebuloso en la historia: las causas, los hechos y las consecuencias. Aparecen algunos elementos que parecen ser la clave de todo el argumento: la enciclopedia, el pilar faltante de la balaustrada, el pequeño Gabrielin, que se repiten en la memoria/búsqueda de Roman pero nunca serán esclarecidos. El vapor lo envuelve todo, siendo el único foco iluminador: el miedo mezclado con la desidia. En muchos momentos del libro, no sabemos si se está recordando, soñando o dialogando. Todo se mezcla y relaciona, como en la mente de un desquiciado o un relato de Kafka.
El éxito de Juan José Millás es conseguir que tales sentimientos no se queden sólo en el proyecto que tenía en la cabeza sino que el desasosiego vital que es el común denominador de los habitantes del jardín vacío reconcoma a su lector mientras navega por sus páginas. Una tarea titánica y complicada a más no poder, ya que todos los sentimientos son inefables y es dramáticamente más fácil sufrirlos que contarlos.
Un libro totalmente recomendable para aquellos que quieran descubrir en la literatura algo más que novelas históricas de finales rosas.
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