Hoy os escribo directamente (YO, Brausen), he dado vacaciones a mis discípulos y han aprovechado para huir de mí. Creo que Carlos, nunca me dice donde va por si reclamo su presencia en algún ataque de ansiedad, andará perdido en esas playas que tanto le gustan a él, pasando las horas cual lagarto al sol. Pero esto no es el tomate y yo tenía un tema.
Las palabras se dicen, escriben, susurran, escupen, tallan o incluso se vomitan; la gente las lee, oye, ve, siente o incluso las palpan. Son palabras vivas, que causan reacción o indiferencia en quien las recibe, generalmente más de lo segundo que de lo primero.
Siempre me ha fascinado ese proceso de creación de vida, ya que es el receptor o lector quien le da aliento a lo que lee u oye, porque estas lineas que yo estoy plasmando en esta página nacen muertas, y será tu cerebro, únicamente él, él que hará que tengan un sentido o no, él que provocará una emoción ante ellas. Lógicamente, no en todos será la misma, a mi me han llegado dentro esas letras muertas que acabo de terminar de leer (El viento de la Luna, Antonio Muñoz Molina) y posiblemente a otra persona ni le inmutaría. Es un proceso tan cotidiano que ya no nos percatamos de él, pero por ello no deja de ser menos admirable, que algo tan muerto pueda provocar tanta vida.
Pero existe otro tipo de palabras muertas, más terribles y menos admirables, que me rondan y me quieren con celosa perseverancia. Cuando miro el cielo y veo miles de estrellas (en Sicilia me gustaba hacerlo) rogaría poder describir lo que provoca dentro de mí ese espectáculo,cortar a golpe de diccionario el nudo en la garganta que se ha formado al obsorber mis ojos la luz de los lejanos luceros. Recorren mi cuerpo miles de palabras, que suben desde mis vísceras a mi cerebro, y ni una sola expresa lo que siento, son vagas aproximaciones, tan inútiles como comparar la luz titilante de una lampara de gas con el esplendor del sol.
Ni siquiera soy capaz de describir, ya no la inefabilidad de los sentimientos, sino que no tengo términos para aproximarme levemente a una remota descripción de lo que presencian mis ojos.
Durante este proceso, mi mente se llena de palabras muertas, que no son capaces de cumplir la función para la que han nacido, abortos, desperdicios que nunca podré eliminar y existirán conmigo por el resto de mi vida.
Si solo una vez pudiese conseguirlo...
Hoy mi recomendación tiene algo de curioso, escuchando algo de música nueva, he encontrado a un tío que canta folk-rock totalmente americano, y rebuscando un poco resulta que es sueco.
Se llama Kristofer Astrom, esto es como si un Senegalés le da por cantar seguidillas, pero ¡cojones como canta el Kristofer! He escuchado las cuatro canciones que tiene colgadas en myspace: http://www.myspace.com/kastrom y todas me ponen los pelos de punta. Sus discos anteriores son quizás, para mi gusto demasiado Folks.
Tiene una voz triste que me resulta increíblemente conmovedora y solo por el titulo y la portada del disco: "Runnaway City" se merece mi apoyo.
4 comentarios:
te haré caso con la recomendación!
del texto nada que decir... pero que sepas que tienes alguna falta de ortografía eh?
uuuuu el perfume de feromonas se esfumó!!!
y el encanto de las cosas indescriptibles?
te recuerdo que el sábado catorce se cumplen 217 años de la toma de la bastilla y tienes una felicitación pendiente.
saludos
Sr. Brausen, nuestras emociones son nuestras,imposibles de explicar porque sería imposible de entender por los demás, son propias, íntimas, intransferibles, creadas por nosotros para nosotros. Simplemente dediquese a disfrutar de ellas y no se empeñe en transmitirlas, guardelas para usted que es el único que las apreciará como es debido y comprenderá en muchos casos.
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