Menos mal que las buenas intenciones son livianas como suspiros, sino el
mundo se hundiría bajo su peso. Todos tenemos unas cuantas al día: comer
menos, andar más, no ver la televisión o llamar a alguien con el cual hace
mucho que no hablamos. Casi nunca se llevan a cabo, se olvidan, llegan como se
van, volando.
El libro de Max Aub trata de las buenas intenciones de su protagonista:
Agustín Alfaro, un buen chico, como describe el propio autor nada más comenzar
la obra, que se ve envuelto en un entuerto sin comerlo ni beberlo, y para más INRI,
empujado a él por una de las personas que menos se podía imaginar: su
padre.
Jose María Alfaro engatusó a una joven planchadora, Remedios, con bellas
palabras, caradura y algo de plata. Como resultado de esta relación Remedios
tiene un retoño, que por su puesto no reconoció. La solución de don José María
es sencilla, el no va a ser su padre, va
a ser su abuelo. Sin comerlo ni beberlo el bueno de Agustín se encuentra con
una criatura en sus brazos. Las buenas intenciones del padre forzoso evitan que
se le revele la verdad a la falsa abuela, a la cual se le rompería el corazón
por doble motivo; primero perdería el nieto que acaba de llegar a su vida y
segundo, descubriría que su marido no es tan fiel como ella pensaba. El resto
del argumento no hace falta resumirlo, es una delicia dejarse guiar por la sabia
mano de Aub para descubrir lo que va sucediendo.
Con esta obra vemos un ejemplo práctico, ficticio si, pero quizás más común
de lo que pensamos, de como las buenas intenciones pueden provocar más daño del
que solucionan. En este caso la figura del "abuelo/padre" es el que
se aprovecha del buen corazón de Agustín para salir de rositas de un embrollo
que él solo se había buscado.
A veces hay que saber que decir que no, aunque eso pueda provocar dolor en
otras personas, las buenas intenciones y las mentiras piadosas pueden tener un
final terrible, más aún si no salen de dentro de la persona que las tiene que
ejecutar sino que son impuestas por otros. Esa frase que tanto oímos estos
meses en boca de muchos políticos para empujarnos a obrar según sus designios: "Hay que hacer lo que hay que hacer
porque sino..."
Os recomiendo está obra de 1954, su lectura es amena, saca más de una
carcajada y hace reflexionar ya que el transfondo de su mensaje es profundo.
1 comentario:
Cada vez más rojillo te leo, Brausencito...
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